Existen miles de personas aterrorizadas porque creen que pueden haber cometido el pecado imperdonable. Es una pena, considerando el hecho de que su mismo arrepentimiento (o deseo de arrepentirse) es evidencia de que el Espíritu Santo todavía está obrando en sus vidas. Si Dios hubiera desistido de ellos, no tendrían deseo alguno de tener una correcta relación con Él.

Es importante que entendamos el contexto histórico en el cual Cristo habló sobre el pecado que no se podía perdonar. En Mateo 12:32, Jesús dijo que hablar contra el Hijo del Hombre puede ser perdonado, pero hablar contra el Espíritu Santo no puede ser perdonado. Jesús se estaba refiriendo al pecado de aquellos fariseos que se encontraban en la encrucijada de la historia redentora y vieron la evidencia de la bondad de Cristo, pero aún así lo acusaron de estar bajo la influencia de un espíritu maligno. Vieron al Mesías hacer milagros de bondad y amor, y dijeron que era obra de Satanás. No hicieron nada menos que atribuir la obra del Espíritu Santo al poder satánico.

Estos fariseos se hallaban en una posición singular. Aunque afirmaban ser representantes de Dios ante Israel, atribuyeron la obra de Jesús deliberada y voluntariamente al poder de Satanás. Lo hicieron ante la evidencia directa de que Jesús era en verdad el Hijo de Dios sin pecado. Fue un espantoso acto de maldad.

Las personas que viven hoy no están en la posición de poder rechazar personalmente a Jesucristo de la misma forma en que lo hicieron los fariseos. Si existiera hoy un pecado imperdonable, sería el pecado de negar consecuente y continuamente la verdad del evangelio durante toda la vida, endureciendo poco a poco el corazón contra Dios y su revelación de Sí mismo en Cristo.

Recuerde este importante punto: si la persona está preocupada por haber cometido el pecado imperdonable (el pecado contra el Espíritu Santo) es porque no lo ha cometido. Una persona que peca contra el Espíritu Santo no tiene amor a Dios ni deseo de reconciliarse con Él.

Escrito por: Dan Vander Lugt