Los agnósticos, ateos y seguidores de otras religiones a menudo menosprecian las doctrinas “contradictorias” de la fe cristiana y las consideran una razón para rechazarla. Implican que una religión o cosmovisión verdadera estaría libre de tales complicaciones.

Los cristianos están de acuerdo en que las verdaderas contradicciones implican una verdadera falsedad. Una afirmación no puede ser cierta y falsa al mismo tiempo. Ninguna cosmovisión debería basarse en la irracionalidad. Pero las afirmaciones que parecen ser contradictorias pueden no serlo realmente. A veces, una contradicción aparente es pura ilusión del lenguaje. En otros casos, las ideas que parecen ser contradictorias superficialmente afirman una verdad que no podemos comprender plenamente dado el presente estado de nuestro conocimiento. Las mismas representan un misterio que, aunque no es irracional, permite un análisis sólo hasta cierto punto. Subrayan las limitaciones -temporales o permanentes- del pensamiento humano. La palabra que por lo general se usa para referirse a tales aparentes contradicciones es paradoja.

El Diccionario de la Real Academia Española define la paradoja como una “aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera”. Independientemente de la cosmovisión que uno tenga, existen una serie de paradojas que nadie ha resuelto todavía. Echemos un vistazo a tres de ellas.

Primera paradoja: La libertad y la determinación 1 . Si miramos la conducta humana a través de los ojos empíricos de la ciencia, parece estar moldeada por influencias genéticas y ambientales. Por otro lado, la experiencia y las relaciones humanas significativas dependen de nuestra libertad de escoger 2 , así como también nuestra manera de lidiar con los demás legal y moralmente en la vida diaria.

Segunda paradoja: La dualidad. ¿Cuál es la conexión entre la mente y la materia? Cuando decido conscientemente realizar una acción física (ponerme de pie, levantar el brazo, mover mi pluma), ¿cuál es la conexión que hay entre mis pensamientos y las acciones físicas que los mismos mandan? Los más grandes pensadores filosóficos y científicos han luchado con este problema durante cientos de años. Hasta ahora no han podido idear un modelo convincente que explique cómo la mente influye la materia.

Tercera paradoja: El “universo antrópico”. Los científicos han observado que el universo no sólo es fantásticamente complejo, sino que aparenta haber sido diseñado específicamente para permitir el desarrollo de la vida y la conciencia, incluyendo la autoconciencia humana: de ahí, “antrópica”. El universo parece claramente estar diseñado por un Creador, y sin embargo, ningún Creador se nos impone ni tampoco hace obvia su presencia. De la misma forma en que la paradoja de la dualidad reconoce que mi capacidad de “hacer” que mi brazo se extienda y agarre el asa de una tasa de café es un misterio, la paradoja del universo antrópico reconoce que aunque parece que debe haber un Creador, su identidad y manera de interactuar con el universo no se conoce.

Todas las llamadas “contradicciones” de la teología cristiana son reflexiones de éstas y otras paradojas básicas de la realidad con las cuales toda persona pensante debe lidiar. Toda cosmovisión tiene que lidiar con las paradojas fundamentales (o aparentes contradicciones) de la experiencia humana. Algunas lo hacen mejor que otras.

Los ateos, por ejemplo, deben vivir como si sus vidas y relaciones fueran significativas, al tiempo que sostienen que el universo es un accidente gigante sin propósito máximo.

Los panteístas -incluyendo a los hindúes, los de la Nueva Era y los neopaganos- tienen una cosmovisión que niega cualquier distinción importante entre el bien y el mal. Sin embargo, igual que todos los demás, se enfrentan con decisiones verdaderamente morales.

La gente honesta y perceptiva no espera encontrar una cosmovisión que contenga ninguna paradoja ni contradicción aparente. Más bien busca una cosmovisión que sea la más fiel a las leyes de la lógica, al tiempo que sostiene la fidelidad a la profundidad, maravilla y misterio de la realidad.

Han pasado al menos dos milenios y medio desde que se escribió el libro de Job, pero su sabiduría todavía suena a verdad:

Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia (Job 38:1-4).


Notas:

  1. El doctor Bill Hodges, un extraordinario médico misionero en Haití, también era un experto arqueólogo y filósofo aficionado. Él resumió la paradoja de la determinación y el libre albedrío de esta manera:Como sabe cualquier estudiante universitario, el argumento acerca de la libertad y la determinación data de muchos siglos. Los occidentales se han visto muy tentados a considerar toda libertad -como lo hacen los paganos- como una ilusión. En realidad no hay ninguna. Ya sea que el universo se pueda considerar como los antojos caprichosos de los espíritus, o la interacción sin significado de cargas eléctricas, parecería que sólo hay un destino sin sentido en el cual el hombre y su “voluntad” son meros fenómenos del sistema. Sin embargo, por extraño que sea, toda cultura occidental concibe la libertad humana como algo real, y las estructuras sociales la presuponen.…Nuestras instituciones asumen que el ser humano tiene una elección: puede obedecer la ley o puede cometer un delito. Por otro lado, nuestra filosofía se inclina a creer que el delito en sí fue mediado por docenas de factores que oscilan entre lesiones de nacimiento hasta negligencia paterna, y que por tanto, el delito es sólo una consecuencia inevitable de aquellos factores sobre los cuales el delincuente no tiene control alguno. El historiador, el antropólogo o el biólogo pueden rastrear los diferentes recovecos de la historia humana y creer que todos los acontecimientos son mediados por una determinación … ya sea económica, cultural o revolucionaria, … pero subconscientemente creen que están describiendo la “verdad”, y que de alguna manera misteriosa, su análisis no está sujeto a las mismas reglas.
  2. La escuela de psicología de la conducta insiste en que si somos el producto de un proceso evolutivo sin propósito, es lógico concluir que lo que parece ser una elección es puramente una ilusión. Para estas personas, el libre albedrío en realidad no existe. Lo consideran un “epifenómeno de la conciencia”, es decir, sólo una sensación superficial de la libertad que oculta una determinación más profunda, una determinación en la cual nosotros sólo parecemos escoger las cosas que nuestros genes y nuestro ambiente ya han seleccionado por nosotros. Parece que éste sería un pensamiento incómodo para la mayoría de la gente, un pensamiento que está en directa contradicción con la experiencia humana. De hecho, ¿no tendría el potencial de volver loco a un ateo sensible?