Las Escrituras no dan muchos detalles acerca de si vamos a reconocer a las personas y qué tipos de relaciones vamos a tener con ellas en el cielo. Sin embargo, existen varias deducciones que muestran que vamos a reconocernos unos a otros en el cielo y que vamos a recordar nuestras relaciones anteriores.
El hombre rico reconoció a Lázaro en el “seno de Abraham”, aunque estaba en un lugar diferente y separado por una gran sima (Lucas 16:19-31). Además, los discípulos reconocieron a Moisés y a Elías en la transfiguración a pesar de que estos dos hombres vivieron muchos siglos antes (Mateo 17:1-5).
El apóstol Pablo dijo que en el cielo vamos a tener un mayor conocimiento que el que tenemos ahora. Esto podría indicar que vamos a conocer y a reconocer más gente en el cielo que aquí en la tierra (1 Corintios 13:12). También dijo que para él era “muchísimo mejor” partir y estar con Cristo que quedarse en su cuerpo en la tierra (2 Corintios 5:6-8; Filipenses 1:22-23).
En todos estos pasajes, el cielo se describe como un lugar de una experiencia mayor que la que conocemos ahora en la tierra y con más entendimiento, gozo y deleite. Será un lugar de celebración de la interconexión entre Dios, nosotros y los demás. Parte del gozo del cielo probablemente será el despliegue del tapiz de la vida y ver cómo Dios ha entretejido nuestras vidas con maestría.
¿Y nuestras relaciones conyugales? Aunque la Biblia enseña que la relación conyugal cambiará después de la resurrección (Mateo 22:23-33), se puede asumir que debido a la naturaleza misma del cielo, la calidad de la relación entre un hombre y una mujer será mejor en el cielo que lo que era en la tierra, incluso si ya no son esposos. Seguro que los goces del cielo excederán por mucho a los placeres de la intimidad conyugal.
Las Escrituras nos llevan a creer que vamos a disfrutar tal estado de maravillosa intimidad con nuestros hermanos y hermanas glorificados que no habrá necesidad de relaciones exclusivas que nos protejan de la soledad y la desesperación en un mundo caído.
Escrito por: Dan Vander Lugt