No hay ningún pasaje en la Biblia que diga claramente que los Estados Unidos juegan un papel específico en los acontecimientos de los tiempos del fin. Mucho menos hay un pasaje profético que se pueda tomar razonablemente como referencia específica al terrorismo del 11 de septiembre del 2001. Aunque los capítulos 2 y 7 de Daniel profetizan que el Imperio Romano puede ser restaurado, es imposible especular exactamente en lo concerniente a la naturaleza de su restauración. En su libro There Is a New Day Coming! [Viene un nuevo día], ya fuera de circulación, Herbert Vander Lugt hizo las siguientes observaciones:
La Biblia enseña claramente que el Imperio Romano será restaurado. Pero no podemos estar seguros sobre los detalles específicos. La ciudad capital puede ser Roma, o puede ser Babilonia en el Éufrates. El territorio que cubra podría incluir solamente a Europa, o extenderse a Norte América. No podemos establecer estos asuntos con certeza. De hecho, esos asuntos no se aclararán hasta que el Señor cumpla la profecía.
No negamos que hay una convergencia de acontecimientos que parecen estar señalando a los tiempos bíblicos del fin. La nación de Israel ha sido restablecida, aunque precariamente. Las naciones de Europa se están integrando económica y políticamente cada vez más, y parecen estar avanzando hacia el día en que van a estar bajo una sola autoridad que las gobierne. Las fuerzas políticas y económicas también están propulsando a las naciones y los pueblos del mundo en la dirección de un gobierno mundial compartido. Al mismo tiempo, podríamos estar dirigiéndonos hacia una época de gran disolución social, política y económica. ¿Significa esto que el Anticristo va a aparecer pronto? ¿Es posible que pueda haber un gran movimiento del Espíritu de Dios hacia un reavivamiento a gran escala antes de que él aparezca?
La verdad es que no lo sabemos. En el transcurso de la historia ha habido épocas en que los acontecimientos han sido tan espantosos que el pueblo cristiano se había convencido de que el fin estaba cerca. Los cristianos de la iglesia primitiva deben haber pensado eso cuando los estaban ejecutando por miles y tirándolos a los leones con fines de entretenimiento público según las órdenes de los emperadores que exigían ser adorados como dioses. Posteriormente, debe haber parecido que el Señor iba a venir pronto cuando los implacables bárbaros del norte irrumpieron en el mundo nominalmente cristiano de un Imperio Romano debilitado saqueando, violando y matando.
Durante la Edad Media hubo un cambio climatológico drástico que causó un fracaso catastrófico en las cosechas y también hambre. Esto coincidió con la plaga en la que murieron en cuestión de semanas entre la mitad y la tercera parte de poblaciones enteras en el área afectada. Ya nos podemos imaginar cómo se sintieron los cristianos de aquellos tiempos.
Posteriormente, cuando los protestantes fueron perseguidos y amenazados con ser aniquilados por una iglesia romana asociada con la autoridad secular, muchos creían que un papa católico se iba a revelar pronto como el Anticristo.
Hace poco, cuando surgieron los poderes fascistas en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial, había una gran expectativa de que el reavivado Imperio Romano pronto sería establecido, y que se leería la página final de la historia.
Aunque la profecía bíblica nos da cierto discernimiento general del patrón de los acontecimientos de los tiempos del fin, no tenemos una base sólida para poner nada en un calendario. La Biblia no especifica si los catastróficos acontecimientos del 11 de septiembre tienen relación con los tiempos del fin. Independientemente de cómo encajen los acontecimientos contemporáneos en el plan de Dios para las edades, el autoexamen, el arrepentimiento, el dominio propio y la vigilancia son las respuestas personales correctas al terrorismo y a los demás peligros que enfrentamos en nuestro mundo moderno.
Escrito por: Dan Vander Lugt