Un cuerpo enterrado en un ataúd de madera por lo general se descompone completamente después de unos cuantos cientos de años, dependiendo de las condiciones del suelo. De la misma forma, un marinero enterrado en el mar no dejaría huellas. (No parece haber huellas ningunas de todos los que se hundieron con el Titanic, por ejemplo.)

El apóstol Pablo dijo claramente que nuestro cuerpo nuevo, aunque posea cierta identidad con nuestro cuerpo mortal, será un “cuerpo espiritual” nuevo (1 Corintios 15:35-44). Dios no va a necesitar reunir las moléculas esparcidas de nuestros cuerpos terrenales. (Recuerde que los cuerpos de muchos cristianos han sido completamente destruidos por fuego o devorado por animales.) Por tanto, 1 Tesalonicenses 4:13-18 no se refiere a una escena grotesca en la que las cenizas de las urnas funerarias o los cuerpos descompuestos en tumbas terrenales de repente serán reconstituidos. Más bien, la resurrección es la maravillosa ocasión en la que los creyentes que han muerto tendrán de nuevo plena forma corporal, esta vez en un cuerpo celestial glorificado que nunca podrá morir de nuevo ni descomponerse.

Escrito por: Dan Vander Lugt