Esta pregunta se refiere a varios pasajes incluyendo Juan 14:12:

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre.

Jesús no estaba diciendo que sus discípulos iban a poder realizar todos los actos sobrenaturales que Él hizo por medio del poder del Espíritu Santo (aunque ellos hicieron milagros). Él se refería a la obra que consideraba la más importante de todas: la divulgación del evangelio. El Expositor’s Bible Commentary contiene una explicación interesante de este versículo:

Él quería dejar grabado en la mente de los discípulos que no los estaba dispersando adelantándose a Su partida, sino más bien que esperaba que ellos continuaran Su obra e hicieran cosas incluso mayores que las que Él había logrado. Tal expectativa parece imposible a la luz de Su carácter y poder; sin embargo, según el registro bíblico, por medio del Espíritu que Jesús envió después de su ascensión, hubo más convertidos después del sermón inicial de Pedro en Pentecostés que los que se convirtieron con Jesús durante toda su carrera. La influencia de la iglesia infante cubrió todo el mundo romano, mientras que Jesús, en toda su vida, nunca viajó fuera de las fronteras de Palestina. Por medio de sus discípulos multiplicó su ministerio después de Su partida. El libro de los Hechos es un registro continuo de obras que siguieron el precedente que Jesús había sentado. Como Señor vivo, continuó en Su Iglesia lo que Él mismo había empezado. Esperaba que la Iglesia se convirtiera en el instrumento por el cual pudiera manifestar Su salvación a todo el mundo.

Otros pasajes, tales como Mateo 7:7, 21:22, Juan 14:12-14 y 1 Juan 3:22-23, muchas veces se comprenden mal erróneamente como si quisieran decir que Dios no pone restricciones a lo que debemos poder recibir como respuesta a nuestras oraciones. Pero si no hubiera limitación en las cosas que podemos recibir de Dios a través de la oración, ¿por qué diría entonces Jesús “Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados” y “Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:4,10)?

En otras palabras, si nuestra falta de fe es todo lo que se interpone en el camino para que obtengamos lo que deseamos, nunca deberíamos llorar ni sentirnos perseguidos ni afligidos. Pero eso no fue lo que Jesús prometió, y sus discípulos no recibieron todo lo que podían haber querido. Así como Jesús no tenía un lugar permanente adonde recostar su cabeza (Mateo 8:20), los apóstoles sufrieron persecución y trabajos (2 Corintios 6), y a la larga todos, excepto Juan, fueron martirizados.

Estos pasajes asumen que vamos a orar en humildad, con la fe de un niño (Mateo 7:11; 17:20), con sinceridad, por amor genuino (Mateo 5:44), con buenas motivaciones (Mateo 6:5), con perseverancia (Mateo 7:7), y sometiéndonos a la voluntad soberana de Dios (Mateo 6:10). Cuando oramos así no hacemos peticiones indebidas. Además, estaremos tan a tono con Dios que quedaremos satisfechos con Sus planes aunque sean distintos de lo que esperábamos que fueran.

Escrito por: Dan Vander Lugt