Es verdad que el Antiguo Testamento a veces dice que Dios es celoso. Por ejemplo:

… yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen (Éxodo 20:5). 1 

Las descripciones bíblicas del celo de Dios siempre deben leerse teniendo en cuenta que la Biblia afirma que Dios es santo, justo y todo amor (Deuteronomio 32:4; Salmo 36:7; 89:14; 145:17; Lucas 13:34; Juan 3:16; 1 Juan 4:16; Apocalipsis 15:3; 19:11). Dios es la fuente de toda bondad y justicia. Cuando se comprende debidamente, su celo no es incoherente con su amor y santidad; antes bien lo requieren. Cuando reaccionamos contra la descripción que hace la Biblia de Dios como un Dios celoso, olvidamos que a veces, los celos son correctos y apropiados.

En un sentido, el celo de Dios se refiere a las consecuencias naturales de vivir de una manera contraria a la realidad. Cualquiera que viva como si no fuera responsable de los efectos de sus actos, como si fuera el centro del universo, siempre encontrará este tipo de celos. El universo se opone a la idolatría y la rebeldía.

Pero la referencia de la Biblia al celo de Dios también expresa que la respuesta de Dios a nuestra idolatría no es puramente natural; es personal y sobrenatural. Por difícil que sea para nosotros entenderlo, el Creador del universo es consciente de todas nuestras locuras y pensamientos arrogantes. Cuando lo rechazamos, Él sufre intensamente, algo que en términos humanos sólo se puede comparar con el sufrimiento de un esposo por una esposa infiel, o un padre con hijos malvados y desagradecidos.

Pero a diferencia de nosotros, Dios siente un amor perfecto. Sus celos no están manchados de malicia ni de la envidia presente hasta en los más justificados celos humanos. Él es un Padre celestial (Mateo 6:32; Lucas 11:13), un Pastor gentil que protege y alimenta a sus ovejas descarriadas (Salmo 23:1-4; Isaías 55:7). Puesto que es fiel a su naturaleza, este Dios celoso y amoroso proveyó nuestra redención al ofrecer una forma de reconciliarnos con Él incluso después que habíamos desdeñado su amor:

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:6).

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16).

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8).

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu (1 Pedro 3:18).


Nota

  1. Éxodo 20:5 declara que Dios castiga a los que lo aborrecen, hasta la tercera y la cuarta generación. Eso no significa que Dios nos castiga arbitrariamente por los pecados cometidos por los demás. Ezequiel 18 afirma explícitamente que Dios nunca castiga a un hijo por el pecado de un padre ni a un padre por el pecado de un hijo. El castigo puede ser las consecuencias naturales de la impiedad. Los hijos que están en un ambiente donde se aborrece a Dios tienden a convertirse en aborrecedores de Dios también. Se hacen esclavos del mal y sufren las consecuencias de una vida que no está sincronizada con la ley natural. Pero puesto que Dios es un ser personal, está detrás de los llamados fenómenos naturales en toda la grandeza de su persona. Hasta puede intervenir en el curso natural de los acontecimientos de una manera obviamente sobrenatural, como lo hizo cuando produjo sequía en Israel durante la época de Elías como castigo por la idolatría (1 Reyes 17-19). Note lo rápido que se restauró la lluvia después que los israelitas rechazaron a los baales y declararon su lealtad de nuevo a Dios (19:43-45).