Hay muchas personas hoy en día que sugieren que ver pornografía es una actividad recreativa inofensiva. Muchos hombres, incluyendo a muchos cristianos, que ven la gran variedad de pornografía disponible en la Internet y en cintas de video, tratan de justificarla abierta y secretamente. Sin embargo, la verdad propiamente dicha es que ver pornografía le hace daño a un hombre de varias maneras significativas.
En primer lugar, ver pornografía afecta la manera en que un hombre ve a las mujeres. Las fotografías y los videos de mujeres desnudas son degradantes y deshumanizantes. Muestran a las mujeres como apenas algo más que objetos sexuales a usarse y descartarse. Es probable que cualquier hombre atrapado en la pornografía desarrolle actitudes irrespetuosas hacia las mujeres.
En segundo lugar, ver pornografía puede convertirse en una adicción sexual. Si bien es cierto que casi cualquier cosa puede convertirse en adicción, la atracción a la pornografía está entre lo que más fuerza ejerce en un hombre. No todo hombre que ve pornografía se vuelve adicto, pero todo el que lo hace corre el riesgo. Y el costo de una adicción sexual es alto. A medida que la adicción crece y se descontrola más y más, puede hacer que un hombre pierda su trabajo, sus bienes financieros, su testimonio, su paz, su familia, su salud e incluso su libertad (Santiago 1:14-15).
Si un hombre está casado, existen al menos dos implicaciones adicionales a considerar. En primer lugar, ver pornografía viola el pacto matrimonial. Jesús dijo que un hombre que mira a una mujer para codiciarla comete adulterio en su corazón (Mateo 5:28). En segundo lugar, ver pornografía lleva a un distanciamiento cada vez mayor entre un hombre y su esposa. El deseo lujurioso de imágenes gráficas sexuales no hace que un hombre casado desee más a su mujer. Hace que la desee menos. Puede que no llegue a verse envuelto en una relación física extramatrimonial, pero cada vez que se permita la fantasía de tener relaciones sexuales con otras mujeres, de alguna forma se distanciará de su esposa. Ella percibirá ese distanciamiento cada vez mayor, lo cual causará problemas. Puede que ella se moleste o que se culpe de dicho distanciamiento.
Más que hacer que la vida sexual de una pareja casada se haga «más picante», el ver pornografía compromete la relación y destruye la intimidad. Hará que un hombre ansíe más estímulos sexuales irreales, los cuales su esposa no estará dispuesta a satisfacer o no será capaz de hacerlo. En consecuencia, él se sentirá engañado y molesto; ella se sentirá usada e incompetente y se distanciarán aún más.
Un hombre soltero comete un gran error si piensa que ver pornografía hoy no tendrá efectos negativos en su matrimonio en el futuro. Algunos solteros incluso creen que casarse terminará su relación con la pornografía, pero no será así. Un hombre que está acostumbrado a excitarse sexualmente por medio de imágenes pornográficas a menudo comienza a ansiarlas de nuevo una vez que pasa la novedad del matrimonio. Y el hombre que cede a esas ansias no sólo viola el pacto matrimonial, sino que también pone al matrimonio mismo en un grave peligro. Hablando con toda franqueza, no hay nada que justifique a la pornografía.
Escrito por: Jeff Olson