Pocas cosas compiten con la agonía que muchos padres sienten cuando se enteran de que su hijo adulto está llevando un estilo de vida homosexual. La mayoría se sienten pasmados, confundidos, dolidos y avergonzados.

Lo más importante que los padres pueden hacer es seguir amando al hijo sin tolerar sus decisiones. Una de las peores cosas que pueden hacer es rechazar y cortar su relación con el hijo adulto por vergüenza. La Biblia es clara en cuanto a que el amor “todo lo sufre” y “nunca deja de ser” (1 Corintios 13:7-8).

El proceso de amar a un hijo adulto que ha escogido un estilo de vida homosexual suscita muchas situaciones perturbadoras. Por ejemplo, muchos padres se enfrentan a la difícil situación de si deben “aceptar” o no al compañero homosexual de su hijo. Si lo hacen, temen estar tolerando la homosexualidad. La respuesta a este tipo de situación depende en parte de lo que se quiere decir con “aceptar”. Los padres transigen en su moral si creen que la aceptación significa aprobar la relación homosexual. Deben seguir amando a su hijo todo el tiempo, pero no deben confundir nunca el amor incondicional con la aprobación incondicional. Dios nos ama incondicionalmente, pero no aprueba incondicionalmente todo lo que hacemos.

Los padres que aman no aprueban lo que saben es malo y perjudicial para su hijo o hija. Sin embargo, a pesar de desaprobarlo, los padres que se preocupan por sus hijos no los despiden ni los echan fuera. Los padres pueden demostrar un amor incondicional tratando a su hijo o hija, así como al compañero o la compañera homosexual de ellos, de una manera amorosa y respetuosa. Pueden sostener con ellos un diálogo cortés o invitarlos a cenar en la casa si es que la cortesía es recíproca. Pero es importante que los padres comuniquen claramente que su amabilidad no implica aprobación. Más bien implica una profunda preocupación que ve más allá del síntoma de la homosexualidad, el dolor y el pecado que hay detrás, y una profunda convicción de que es posible cambiar.