Las Escrituras ni condenan ni abogan por los matrimonios interraciales. Es cierto que la ley del Antiguo Testamento no aprobaba el matrimonio de los israelitas con los extranjeros, pero era por razones estrictamente religiosas y culturales. 1  Un judío que se casara con una mujer de una de las naciones cananeas iba a encontrar que su esposa naturalmente se inclinaba hacia el idioma, la cultura y la religión de su niñez. Pero la hermosa historia de Rut, una mujer de la nación maldita de Moab (Deuteronomio 23:3), que llegó a ser uno de los ancestros de Cristo (Rut 4:13-17), debe descartar cualquier teoría de que Dios no aprobaba el matrimonio entre Israel y las naciones que la rodeaban solamente por razones raciales.

Es lamentable que se hayan citado mal algunos pasajes de las Escrituras y que se hayan tomado fuera de contexto para racionalizar el prejuicio racial. La Biblia nos dice claramente:

Además declara que todos los creyentes en Cristo son:

El amor de Cristo nos exige amarnos unos a otros (Juan 13:34-35; 1 Juan 4:8,16). Poner barreras artificiales entre los cristianos basándose en el color de la piel u otras diferencias raciales es una forma de odiar. No podemos odiar a los hermanos y hermanas en Cristo y amar a Dios al mismo tiempo (1 Juan 4:16-21).

No hay nada moralmente malo en tener relaciones sentimentales o casarse con una persona de otra raza. Pero las serias exigencias culturales y sociales de un matrimonio interracial exigen una clara visión y una motivación madura. El factor más importante al escoger un(a) compañero(a) para toda la vida es la relación que tenga esa persona con Cristo.


Notas:

  1. Algunos segregacionistas raciales afirman que la maldición sobre Cam que aparece en Génesis 9:20-27 exige que las razas permanezcan separadas. Sin embargo, la maldición que resultó del acto irrespetuoso de Cam cayó específicamente sobre Canaán, y los descendientes de Canaán eran las tribus que rodeaban a Israel. Rut, de hecho, era una cananea, una moabita (Rut 1:2).