Las Escrituras condenan todo lo que sea brujería pues es contraria a un sentido apropiado de la dependencia de Dios. En Gálatas 5:20, la brujería se menciona como una de las obras de la naturaleza pecaminosa. El libro de Apocalipsis contiene varios pasajes que condenan la brujería en los términos más firmes (9:21; 18:23; 21:8; 22:15).

La Biblia afirma que sólo Dios tiene el derecho de entender la esfera de lo sobrenatural (Génesis 40:8). Bajo la ley del Antiguo Testamento, la intromisión en la esfera de lo oculto traía la muerte (Éxodo 22:18).1

Es interesante notar que varias de las palabras en el Nuevo Testamento que se traducen “hechicería” y “magia” tienen la raíz pharm, de la cual se derivan las palabras farmacia y farmacéuticos. Esta raíz se refiere a “drogas, pociones y venenos”. Los que conocen la práctica de la magia, tanto entre los pueblos tribales primitivos como los ocultistas modernos, saben que las drogas psicoactivas las usan a menudo los chamanes y los magos2 para inducir los estados de la conciencia dramáticamente alterados que proporcionan un conocimiento sobrenatural o contacto con los espíritus.

Escrito por: Dan Vander Lugt


  1. Véanse también Levítico 19:31; 2 Reyes 21:6; 23:24; 1 Crónicas 10:13-14; Isaías 8:19; 19:3
  2. Aunque el uso de drogas como “pociones” es común en la magia y la brujería, no todas las brujas modernas abogan por el uso mágico de las drogas. A menudo se usan el ritual, la meditación y otras técnicas mágicas en su lugar para producir efectos similares.