La pornografía y los videos “educativos” que son sexualmente explícitos no promueven el desarrollo del amor ni la intimidad: la socavan. Una pareja casada se puede beneficiar de un mayor conocimiento de la fisiología y la técnica sexual, pero la información sobre el sexo debe proporcionarse de una manera que respete la ternura, el misterio y la maravilla del amor conyugal. Las relaciones sexuales filmadas son una crasa violación a la dignidad humana y la intimidad.

La intimidad es asunto del corazón. No se puede captar con luces brillantes y una cámara. Todo lo que una película puede captar es una ilusión de intimidad. La gente que se siente sola y mira pornografía esperando satisfacer parte de su anhelo de intimidad será arrastrada en la dirección contraria: hacia el mironismo y la lascivia ensimismada. De hecho, mientras más logra una persona imitar la pornografía, más caerá en la trampa de la adicción sexual y más se alejará de la comprensión de la naturaleza del verdadero amor.

Las Escrituras contienen parte de la literatura erótica más hermosa que se haya escrito jamás (Cantar de los Cantares 4:9-15; 5:10-16). Es evidente que Dios nos creó como seres sexuales, y que quiere que nos deleitemos en nuestra sexualidad cuando la expresamos dentro del vínculo del matrimonio. Pero las Escrituras también contienen severas advertencias contra la lascivia ensimismada (Éxodo 20:17; Proverbios 5:3-6; 9:13; Mateo 5:28; 15:16-20; Colosenses 3:4-7; 1 Tesalonicenses 4:2-7). En la misma epístola en la cual el apóstol Pablo escribió su maravilloso “capítulo del amor”, hizo una observación impresionante acerca del pecado sexual:

Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo… (1 Corintios 6:18-20).

En estos versículos, Pablo dijo qué es lo que hace que el pecado sexual sea tan destructivo. Declaró que es un pecado “contra el cuerpo”. Esto se refiere claramente a mucho más que los meros efectos físicos del pecado sexual. El verdadero amor y la intimidad requieren un compromiso del corazón (1 Juan 2:16; 4:8). La sexualidad humana está diseñada para propósitos mucho más profundos que el mero placer sensual, la liberación de la tensión y la autogratificación. Fue diseñada para expresar la unidad apasionada y tierna entre un esposo y una esposa en un amor comprometido. El apóstol Pablo escribió:

¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él (1 Corintios 6:15-17).

Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio… (Efesios 5:31-32).

Si una persona involucra su cuerpo en las relaciones sexuales conforme al modelo pornográfico, el poder de la lascivia ensimismada se libera con toda su fuerza, sin que la mitigue el amor. Las Escrituras nos advierten que esto producirá una mente oscura y un corazón insensible y endurecido (Romanos 1:21-24; Efesios 4:17-19). Puesto que un corazón endurecido y una mente oscura tratan en vano de duplicar el gozo de una intimidad falsa, las llamas de la lascivia llamean cada vez con mayor intensidad. A medida que aumenta la lujuria, también lo hace la adicción sexual, disminuyendo nuestra capacidad de experimentar en el cuerpo el éxtasis de la verdadera intimidad y el amor erótico auténtico.

Escrito por: Dan Vander Lugt