En 2 Corintios 6:14, el apóstol Pablo escribió:

No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?

Imagínese que tiene una relación sentimental con alguien a quien usted ama profundamente quien le importa mucho. Dan largas caminatas juntos, hablan hasta el amanecer, comparten muchos de los mismos intereses. Su compañera(o) parece ser la persona que ha buscado toda la vida. Sólo hay un problema: esa persona no comparte su fe. ¿Qué debe hacer?

Cuando Pablo dice que los cristianos no deben estar «en yugo desigual» con los incrédulos, usa la imagen de dos animales de tiro que halan una carga. Un buey y un burro amarrados al mismo yugo no trabajan bien juntos. Están «en yugo desigual», con serias diferencias de altura, tamaño y paso. Puesto que tienen que luchar para compensar sus diferencias, malgastan su fortaleza.

El ejemplo de Pablo es una buena metáfora. En cierta manera, un «equipo» de dos está mejor preparado para manejar la carga de tensión y responsabilidad de la vida. Pero si un esposo y una esposa no están trabajando juntos como equipo, su unión se convierte en desventaja y no en ventaja.

Cuando Pablo advirtió a los cristianos corintios que evitaran el «yugo desigual», el paganismo y el cristianismo estaban en agudo contraste. El paganismo corintio incluía sacrificios a ídolos y una flagrante inmoralidad sexual. Hoy, 2.000 años de influencia cristiana en la cultura occidental han suavizado la diferencia entre los «paganos» y los «cristianos» en algunas maneras. Los «paganos» modernos a menudo han adoptado suficientes valores cristianos como para ser personas decentes y morales según las normas cristianas, y existen muchos cristianos de nombre que no comprenden el significado de las palabras de Cristo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3).

Aun así, estar en yugo desigual no es nunca un asunto pequeño. En Efesios 2:1-5, el apóstol Pablo describe gráficamente la diferencia entre los cristianos y los no cristianos. Por muy decente, moral o agradable que sea un pagano moderno, espiritualmente está muerto, reñido con su Creador. Sin Dios, sus metas son irracionales e insatisfactorias, y cada vez se dirige más a lo absurdo, al caos y -a la larga- al infierno. Igual que un sonámbulo, una persona que no ha sido despertada sobrenaturalmente por el Espíritu de Dios puede parecer consciente, pero en realidad no sabe las cosas más importantes sobre sí misma (Efesios 5:8-15).

¿Cómo puede una persona que está viva sobrenaturalmente por medio del milagro de la gracia de Dios vivir en armonía con alguien que está muerto? ¿Cómo puede alguien que está despierto comunicarse con alguien que está dormido? ¿Cómo van a establecer prioridades, a criar a sus hijos, a seleccionar sus relaciones más importantes?

Los cristianos deben tomarse con la mayor seriedad el mandamiento de 2 Corintios 6:14. Por supuesto, la gracia de Dios sigue obrando en las vidas de la gente que está unida en yugo desigual, y si no fuera por la gracia de Dios, todos estaríamos perdidos (Efesios 2:8-10). Los cónyuges incrédulos a veces se convierten al cristianismo a través de la influencia de sus compañeros(as) (1 Corintios 7:12-16). Pero un creyente no debe dar por sentado nunca la gracia de Dios (Romanos 6:1). La desobediencia tiene consecuencias, y los riesgos son demasiado grandes.