Vivimos en una cultura cargada de sexo en donde se nos haría creer que es aceptable y apropiado que una pareja de esposos vea videos pornográficos. La mayoría de los que sostienen esta opinión dicen que las parejas que ven cintas de otras parejas teniendo relaciones sexuales pueden volver a encender la pasión que se está apagando, y «hacer más picante» una vida sexual aburrida.
Aunque puede que algunos «videos de capacitación» contengan alguna información práctica acerca de las realidades físicas del sexo, éstos cruzan una línea moral al transmitir dicha información con demostraciones de parejas involucradas en actividades sexuales. Las imágenes intensamente sexuales del Cantar de los Cantares de Salomón ilustra la intención de Dios de que una pareja de esposos encuentre gran placer cuando al ver y tocar el cuerpo del otro. Sin embargo, tal comportamiento es incorrecto fuera del matrimonio. Y está mal ver tal acto íntimo con el pretexto de «educación sexual».
Observar a otros (independientemente de si están o no casados) mostrar diversos elementos del acto sexual envilece y contamina el «lecho conyugal» (Hebreos 13:4). Una cosa es leer literatura educativa que describe de manera objetiva los diversos factores involucrados en el acto sexual. Miles de parejas comprometidas y casadas se han beneficiado de la lectura de libros tales como El placer sexual ordenado por Dios, escrito por Ed y Gaye Wheat. Pero otra distinta es ver episodios grabados de parejas involucradas en diversas formas de actividad sexual. El sentido común mismo nos dice que hay muy poca objetividad, si es que hay alguna, en tal mironismo «educativo».
Ya sea que se trate de uno de los miles de videos calificados como X que se hacen cada año, o de un video que se comercializa como de «capacitación sexual», ver una cinta mostrando a otro hombre y a otra mujer teniendo relaciones sexuales arruina la vida sexual de una pareja. Es un excelente ejemplo de algo que puede parecer bueno, pero que de hecho es «de muerte» (Proverbios 14:12). Puede que ver una cinta de video de otra pareja teniendo relaciones sexuales inicialmente encienda los intereses y las pasiones de la pareja que lo está viendo. Pero al final los deja con muchas ideas falsas del sexo que llevan a falsas expectativas, a la decepción, a la duda de sí mismos y al resentimiento.
Los videos pornográficos crean expectativas irreales en cuanto a la frecuencia del sexo, el placer de actos sexuales específicos y la naturaleza de la excitación sexual, así como la necesidad de intimidad física de un hombre y de una mujer. Por lo general muestran a la mujer como un objeto sexual que un hombre puede «encender» rápida y fácilmente como mejor le parece. Más aún, a los participantes a menudo se los realza digital, cosmética o quirúrgicamente, dando una falsa impresión de cómo debe verse el cuerpo de un hombre o de una mujer.
Es imposible que una pareja de esposos comience a estar a la altura de los atletas del dormitorio (actores) que ven en la pantalla, pero existe una presión inherente a hacer justamente eso. Ya sea que se reconozca o no, una pareja de esposos que ve escenas gráficas sexuales se siente fuertemente influenciada a verse como los actores y a imitar lo que éstos hacen. Y cuando no pueden, muchos se sienten incompetentes. Algunos se resienten. Un esposo puede arruinar su relación con su esposa al obligarla a hacer cosas que la hacen sentirse incómoda y barata. Si ella se niega, tiende a sentirse culpable. Si accede, se siente utilizada, molesta y sucia.
Las parejas que han permitido que la pornografía entre en sus dormitorios han aprendido que esto los mantiene constantemente «cargados» y buscando una salida sexual. Las relaciones sexuales son apropiadas y normales dentro del matrimonio, pero no es la necesidad dominante. Es algo legítimamente placentero, pero las personas tienen la tendencia a abusar con avidez excesiva de todo lo que es placentero (Efesios 4:19). Las demandas excesivas de intimidad física y de estímulos sexuales son sin duda uno de los asesinos más comunes de la intimidad emocional y espiritual que son la médula de todo buen matrimonio. G.K. Chesterton sabiamente vio el final de tal comportamiento: «El orgullo hace del hombre un demonio; pero la lujuria lo hace una máquina.» Las máquinas no tienen buenos matrimonios.
Escrito por: Jeff Olson