La palabra «Alá» es la palabra árabe para Dios, la palabra usada tanto por los cristianos de habla árabe antes del nacimiento de Mahoma, como por los cristianos de habla árabe hoy día. Para un musulmán devoto, Alá es en muchas maneras similar al Dios cristiano. Alá es santo, justo, infinito y omnisciente. Los judíos también adoran a un Dios santo e infinitamente poderoso, y comparten el respeto que los cristianos tienen por el Antiguo Testamento.

El Corán representa a Dios como juez justo y misericordioso, pero no enseña que el pecado y la aflicción humanos hacen que Él sufra.1 Enfatiza la imcomprensibilidad de Dios más que Su santidad2 y Su amor.3

Los cristianos creen que la revelación bíblica es progresiva4, que se realiza en Cristo. Aunque el Antiguo Testamento describe el supremo amor de Dios (Éxodo 34:6; Salmo 86:5; 103:13; Isaías 49:14-18; Jeremías 31:10-20; Ezequiel 34:22-31; Miqueas 7:18-20; Oseas 2:14-16), a veces su presentación de Dios es perturbadora. (Véase la respuesta a la pregunta «¿Por qué el Antiguo Testamento parece presentar a Dios como alguien molesto, violento, y cruel?») Con la venida de Jesús y del evangelio, los cristianos tienen la paz que viene al comprender el medio por el que Dios ofrece misericordia y perdón a Sus hijos. En Jesús, Dios tomó forma humana (Juan 1:14). A través de Él conocemos al Dios infinito y santo como «Abba», nuestro «Padre Celestial».

Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:15-20).

Para los cristianos, la revelación más amorosa que Dios hace de Sí mismo está en Su Cordero (Génesis 22:8; Juan 1:36; 1 Pedro 1:19-20) a través de quién el amor de Dios por la raza humana se expresó en forma humana (Hechos 17:3; 1 Corintios 15:3-4; Hebreos 2:8-10).
El sufrimiento y dolor de Dios ante el pecado humano y Su amor por los perdidos y rebeldes comienzan en el Antiguo Testamento (Jeremías 3:1; Oseas 3:1; Ezequiel 34:12), dando como resultado su relación con una raza pecadora (Hebreos 4:15; Juan 10:11). Esto se expresó vívidamente en la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo (Lucas 15:11-31) y en las descripciones que hace el evangelio de Pedro negando a Su Señor.4

El Dios cristiano ama incluso a los perdidos y rebeldes, y se sacrifica por los pecadores sin esperanza (Romanos 5:8). El Dios cristiano es el iniciador de la relación entre Él y nuestra raza pecadora (Isaías 53:6; Juan 10:11; 1 Pedro 2:24).

Escrito por: Dan Vander Lugt


  1. Según el Islam, nuestros pecados no pueden ofender a nuestro Creador. Dios está demasiado por encima de nosotros como para preocuparse directamente por nuestra desobediencia. Cuando pecamos, nos hacemos mal a nosotros mismos; Dios no se afecta. Las siguientes referencias provienen del Corán: «Aquel que transgrede los límites de Dios se hace mal a sí mismo» (65.1; comparar 2:57; 7:160; 18:35; 35:32; 37:113). Nuestra culpa radica solo en nuestra desobediencia a los mandamientos de nuestro Señor. Sin embargo, desde el punto de visto bíblico, el pecado no sólo es una trasgresión a la ley de Dios sino una ofensa a Él mismo (Salmo 51:4; Lucas 15:18, 21. El pecado afecta personalmente a Dios y no lo deja indiferente. (The Prophet and the Messiah [El Profeta y el Mesías], Chawkat Moucarry, IVP, pp. 99-100)
  2. Desde el punto de vista cristiano, Dios ve el pecado con tal seriedad que sólo Él puede proveer el remedio. El Dios que adoran los cristianos está encarnado en el Cordero de Dios, el Mesías. Jesús revela la intensidad de la preocupación de Dios por la raza humana. Ésta es una continuación del tema del sufrimiento y el dolor de Dios ante el pecado y la falta de fe humanos que se ve en el Antiguo Testamento (Jueces 10:16; Isaías 40:11; 53; Jeremías 3:1; Oseas 3:1).
  3. Los musulmanes no ven a Dios como su padre, o de manera equivalente, no se ven a ellos mismos como hijos de Dios. Los hombres son siervos de un señor justo; normalmente, en el Islam ortodoxo, ellos no pueden alcanzar ningún grado mayor de intimidad con su creador. (Shabbir Akhtar, A Faith For All Seasons (Una fe para todas las estaciones), Chicago, Ivan R. Dee Publisher, 1990, p. 180)
  4. Los cristianos consideran que la revelación bíblica es progresiva. Es decir, a medida que avanzamos desde la primera palabra de Dios a nosotros en el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) y seguimos a través de los libros históricos, los libros poéticos, y los libros proféticos, vemos que Dios le revela al hombre más y más de Su naturaleza y de Su voluntad. Los patriarcas, los estadistas, los poetas y los profetas del Antiguo Testamento no tenían una clara comprensión de la redención que habría de ofrecerse a su favor a través del Señor Jesucristo. Ni siquiera tenían una clara comprensión de la naturaleza de la vida después de la muerte. Sin embargo, a medida que Dios les revelaba progresivamente a los hombres de los tiempos del Antiguo Testamento más y más de Su naturaleza, claramente explicó que Su mayor revelación había de venir en la persona de Su Mesías. Jesucristo, el Hijo de Dios, nos reveló la naturaleza de Él de manera perfecta en la forma de un ser humano. En Jesucristo (el témino griego Cristo de hecho tiene el mismo significado que el término hebreo Mesías, «el ungido») hemos llegado a tener conciencia del amor y la gracia de Dios como nunca antes fue posible en épocas pasadas. ol>