La palabra griega oinos, que se traduce “vino” en el Nuevo Testamento, sencillamente significa vino. Los griegos tenían una palabra distinta para el jugo de uva. La International Standard Bible Encyclopedia sugiere que en los tiempos del Nuevo Testamento, el vino por lo general existía en forma fermentada. Afirma:

“El jugo de uva sin fermentar es algo muy difícil de conservar sin la ayuda de las precauciones antisépticas modernas, y su preservación en las condiciones cálidas y no demasiado higiénicas de la antigua Palestina era imposible (p.3086).”

Las referencias que se hacen al vino en el Nuevo Testamento son tanto positivas como negativas. Por ejemplo, Juan el Bautista se negaba a tomar vino en señal de su responsabilidad especial como último profeta en la tradición del Antiguo Testamento, y Jesús no quiso tomar vino mientras estaba en la cruz debido a su deseo de experimentar plenamente la “copa de sufrimiento” que su Padre le había dado. Por otro lado, Jesús utilizó el vino para ilustrar su enseñanza. Su primer milagro fue la creación del vino en las bodas de Caná (Juan 2:1-11), y también utilizó la ilustración de “vino nuevo” y “odres nuevos” para recalcar la necesidad de cambiar la perspectiva de la ley (Mateo 9:16-17).

Pablo aconsejó a Timoteo que tomara un poco de vino como medicina, pero condenó fuertemente la embriaguez (Romanos 13:13). El New Bible Dictionary da el siguiente resumen de la enseñanza neotestamentaria sobre el uso de las bebidas alcohólicas:

“Para resumir, entonces, se puede decir que aunque no se condena el vino catalogándolo de inútil, trae a las manos de los hombres pecadores tales peligros de perder el control que incluso aquellos que se consideran fuertes serían sabios si se abstuvieran, si no por su propio bien por el bien de los hermanos más débiles (Romanos 14:21).

La edición de la revista El cristianismo Today del 20 de junio de 1975 tenía un artículo interesante escrito por Robert H. Stein titulado “Wine-Drinking in New Testament Times” [El consumo de vino en los tiempos del Nuevo Testamento]. Observaba él que el vino utilizado en tiempos antiguos estaba mezclado con agua en proporciones de hasta cuatro partes de agua por una de vino. El señor Stein explica:

“En el Talmud, que contiene las tradiciones orales del judaísmo desde aproximadamente el 200 a.C. hasta el 200 d.C., hay varios escritos en los cuales se habla de la mezcla de agua y vino. Un escrito (Shabbath 77a) afirma que el vino que no tiene tres partes de agua no es vino. La mezcla normal se dice que consiste en dos partes de agua por una de vino. En una referencia de mucha importancia (Pesahim 108b) se afirma que las cuatro copas que todo judío debía tomar durante el ritual de la Pascua tenían que mezclarse en una proporción de tres partes de agua por una de vino. De ahí podemos concluir con cierto grado de certidumbre que el fruto de la vid usado en la institución de la Cena del Señor era una mezcla de tres partes de agua y una de vino. En otra referencia judía de alrededor del año 60 a.C. leemos: “Es perjudicial tomar vino solamente, o, reiteramos, tomar agua solamente, mientras que el vino mezclado con agua es dulce y delicioso, y hace que lo disfrutemos más” (II Macabeos 15:39).

El doctor M. R. De Haan, fundador de este ministerio, expresó su punto de vista respecto al uso del vino en moderación:

“Lo que las Escrituras condenan firmemente es el abuso y no el uso de alcohol. Sé que en los países europeos, incluso entre cristianos, el vino se usa a menudo como aperitivo, pero no en exceso. Personalmente, yo no lo uso, y me gustaría que se pudiera eliminar completamente. Pero es bueno recordar que usar vino no significa abusar de él. Cierto es que la intención no fue nunca que se usara con el propósito de intoxicarse, y yo creo que sería mucho mejor no usarlo para nada, considerando las cosas malas a las que muchas veces conduce.”