Depende de lo que se quiera decir con el término «fiestear» para saber si los cristianos pueden hacerlo o no. Para algunas personas, «fiestear» podría significar relajarse con un grupo de amigos o celebrar ocasiones especiales unos con otros. Esto puede incluir juegos, comida y bebida y música. Se caracterizaría por ser una diversión sana. Para otras personas puede que «fiestear» signifique mucha bebida, el uso de drogas, la promiscuidad sexual u otras formas de comportamiento autodestructivo.

En el primer tipo de diversión que se mencionó, las personas están simplemente disfrutando y expresando dicho gozo, compartiéndolo con los demás. En el segundo tipo, las personas por lo general son infelices y están tratando de escapar de la realidad involucrándose en una parranda de placeres pecaminosos, dañinos y a corto plazo (Efesios 5:18; 1 Pedro 4:1-4).

La Biblia no prohíbe una fiesta del primer tipo. Después de todo, el primer milagro de Jesús tuvo lugar durante la celebración de unas bodas en Caná (Juan 2:1-11). Además, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento ponen considerable énfasis en el sano placer de las fiestas y las celebraciones. Por otro lado, la Biblia hace una serie de graves advertencias acerca de celebrar o divertirse si no hay un mañana o una responsabilidad ante Dios
(Proverbios 23:29-35; Isaías 5:11-13; Romanos 13:13; 1 Corintios 5:11; Efesios 5:18).

Las bodas de Caná son un ejemplo del tipo de fiesta que los cristianos podrían disfrutar: divertirse como expresión de agradecimiento, gozo y celebración. Pero la diversión que se caracteriza por la autosatisfacción, la ira, el resentimiento y la rebelión no sería aceptable para los cristianos. El verdadero gozo y la felicidad que se encuentra en una relación personal con Jesucristo se encuentran en fuerte contraste con semejante enfoque negativo de la diversión. Las personas sanas, tanto espiritual como emocionalmente, que están disfrutando de todo lo que Dios les ha dado, no encuentran atractivo alguno en el comportamiento autodestructivo.

Los cristianos auténticos1 realmente saben cómo divertirse porque no dependen de los elementos externos y físicos de la fiesta misma para que éstos los hagan felices en su interior. Ellos vienen a una fiesta ya equipados con amor, paz, gozo y libertad espiritual
(Romanos 5:5; 14:17). Para ellos, una fiesta es una oportunidad de celebrar la felicidad que ya poseen. Puede que un incrédulo trate de divertirse, pero cuando lo hace, a menudo es como Damocles2, tratando de disfrutar un banquete con una espada pendiendo sobre la cabeza, o como Belsasar, temblando de miedo luego de haber visto una mano sobrenatural escribiendo palabras en la pared (Daniel 5:5-9). Su diversión revela una sensación interna de vacío y desesperación (Isaías 22:13), una voz inquietante detrás de la fachada de gozo que susurra incesantemente: «¿Es esto todo lo que hay en una fiesta? ¿Es esto todo lo que hay en la vida?»

Escrito por: Dan Vander Lugt


  1. Por supuesto, no todo aquel que se llama cristiano es auténtico. De todas las personas, los hipócritas son los más miserables de todos. Su felicidad es sólo una farsa, y lo que en realidad necesitan es arrepentimiento y conversión.
  2. Según una leyenda de la antigua Grecia, Damocles, el cortesano, dijo al rey de Siracusa que envidiaba su poder y privilegios. El rey dio al ingenuo cortesano una lección práctica acerca de la tensión y el peligro que hay en la vida de un rey sentándolo en un banquete con una pesada espada suspendida de un pelo directamente encima de su cabeza.