La confianza es una lucha universal. Todos luchamos hasta cierto punto con la desconfianza en los demás a causa de experiencias dolorosas de traición. Cuando la fuente de esa traición es alguien cercano a nosotros, puede ser especialmente devastadora (Salmo 55:12-14). En ningún caso es esto más cierto que cuando un niño o adolescente es víctima de abuso sexual por parte de un familiar, un amigo cercano a la familia o alguna otra figura de autoridad en quien confiaba. La seducción y la explotación sexual por parte de personas en quienes uno confía crean el ambiente adecuado para que por el resto de la vida haya una batalla con la desconfianza.

Los perpetradores de abuso sexual a menudo abusan del anhelo que tiene la víctima de conexión y amor. Atraen a personas susceptibles a su trampa colmándolas de cariño personal y amabilidad. Una vez se ganan la confianza de la víctima, los abusadores buscan la oportunidad de aprovecharse de su confianza abusando de ellos sexualmente y luego desechándolos como si fueran un objeto sin valor.

Puesto que el anhelo de amor y conexión de una víctima es lo que prepara el escenario para la situación de abuso, se vuelven más sospechosos de cualquiera que despierte sus profundos anhelos de intimidad. Para ellos, puede tratarse de otra trampa. Mientras más se despierten esos profundos sentimientos (por muy buenas intenciones que tenga la otra persona), más temor tiene la víctima de caer en la trampa del abuso otra vez. Por consiguiente, una víctima de abuso lucha profundamente para confiar en alguien, sobre todo en aquellos que le expresan amabilidad y cariño.

Escrito por: Jeff Olson