La posesión demoníaca no es sólo una reliquia de tiempos más primitivos. Todavía existe hoy.

La gente que no está familiarizada con las Escrituras a menudo tiene la idea errónea de que el Nuevo Testamento considera que la causa de todas las enfermedades físicas y mentales es la posesión demoníaca. En realidad, los Evangelios hacen la distinción entre la posesión demoníaca y la enfermedad física y mental ordinaria (Mateo 4:24; Marcos 6:13; 7:32; 16:17-18). 1

La Biblia dice que existen espíritus con poderes superiores a los humanos en muchas formas. Algunos de estos seres -los ángeles- son siervos de Dios (Daniel 7:10; Mateo 26:53; Lucas 2:13). Otros son ángeles que se rebelaron contra su Hacedor. Estos son los ángeles caídos o demonios (2 Pedro 2:4; Judas 1:6). Las Escrituras indican que los ángeles caídos son capaces, bajo ciertas condiciones, de controlar la mente y conducta de personas individuales (Marcos 5:7; 9:25; Lucas 4:41; Apocalipsis 16:13-14).

La Biblia también enseña que hay una línea fina que separa el mal por el cual los humanos son los únicos responsables, del mal estrictamente demoníaco que es el resultado de una fuerza espiritual externa que toma control de la voluntad y la mente humanas. Un ejemplo impresionante de la tendencia humana hacia el mal es la descripción que hace el apóstol Pablo de su propia lucha en Romanos 7:15-24. Pablo escribió:

Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. … Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? 2

Tal como lo describió el apóstol Pablo, nuestra propia naturaleza parece ser independiente de nuestra voluntad, parece tener “su propia voluntad”. En cierto sentido, no es una exageración referirse a tan potente inclinación hacia el mal como “demoníaca”. Después de todo, el impulso que hay detrás de nuestra inclinación interna a hacer el mal está relacionado en las Escrituras con Satanás y lo satánico (Juan 8:44; Efesios 2:2; 1 Juan 3:10).

Aunque todos nosotros anidamos esta inclinación interior hacia el mal, de vez en cuando una persona trasciende esto y entra en la verdadera posesión demoníaca. En tales casos, estas personas se colocan bajo el control de un poder demoníaco externo, un ser espiritual foráneo. Probablemente el relato más dramático de posesión demoníaca en las Escrituras lo encontremos en el Evangelio de Marcos:

Y llegaron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos. Y cuando Él salió de la barca, enseguida vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía ya atarlo ni aun con cadenas; porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie era tan fuerte como para dominarlo. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y en los montes dando gritos e hiriéndose con piedras. Cuando vio a Jesús de lejos, corrió y se postró delante de El; y gritando a gran voz, dijo*: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes. Porque Jesús le decía: Sal del hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y él le dijo*: Me llamo Legión, porque somos muchos. Entonces le rogaba con insistencia que no los enviara fuera de la tierra (Marcos 5:1-10).

En este caso, Jesús ordenó a los demonios que entraran en un gran hato de cerdos, el cual se precipitó en estampida hasta el mar por una colina y se ahogó.

La mayoría de los relatos de posesión demoníaca en el Nuevo Testamento ocurre antes de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo (Mateo 8:16,28; 9:32; 12:22; 15:22; Marcos 5:15; Lucas 4:33; 8:27). 3 Es interesante notar que las epístolas no hacen mención de la posesión demoníaca ni dan instrucciones para exorcizar.

Aunque no parece ser tan común hoy, estamos convencidos de que la posesión demoníaca todavía existe. Existen muchos relatos creíbles de misioneros que han tenido confrontaciones con posesión demoníaca en culturas paganas. Éstas involucran manifestaciones como una fortaleza no natural y conocimiento de idiomas extranjeros no conocidos por los poseídos, junto con otro conocimiento inexplicable. Con el surgimiento en nuestra cultura del paganismo y la idolatría a lo oculto, es probable que la posesión demoníaca se haga más común.

Las maneras en que se manifiesta el mal en sí mismo siempre han sido misteriosas. En su libro I Have Lived in the Monster [Yo he vivido en el monstruo] (St. Martin’s Press), Robert K. Ressler, experto en perfiles criminales, hace esta impresionante observación acerca de lo demoníaco:

La gente de la era anterior a Freud pensaba que las causas sobrenaturales eran las únicas explicaciones lógicas para los asesinatos excesivamente salvajes, desangrados y otros actos igual de monstruosos. La gente creía que había elementos demoníacos en esos actos, y no puedo decir que estaban totalmente equivocados, porque incluso hoy, cuando tratamos de explicarnos los actos de un Jeffrey Dahmer, parecen satánicos, al menos en parte, porque están, en gran medida, más allá de la comprensión racional. Los podemos atribuir a la conducta humana, llevada a extremos, pero incluso decir esto, y demostrar cómo esas conductas se pueden rastrear hasta la niñez y a presiones genéticas, no es completamente suficiente como explicación. Después de todo, en la familia Dahmer, Jeffrey tenía un medio hermano menor que creció en la misma casa, pero no cometió actos horrendos.

M. Scott Peck es un ejemplo de una persona con una perspectiva totalmente escéptica y secular que llegó a creer en la posesión demoníaca:

Como científico cabeza dura -lo cual me considero ser- puedo explicar 95% de lo que sucedió en estos casos por medio de la dinámica psiquiátrica tradicional.… Pero me queda un crítico 5% que no puedo explicar así. Me queda lo sobrenatural.… (People of the Lie) [Gente de la mentira], pp.195-196).

Estos observadores insinúan lo que la mayoría de nosotros percibe: aunque la comprensión científica de la motivación humana y la predisposición genética proporciona cierto grado de discernimiento de la capacidad humana de destrucción, el mal humano tiene aspectos que son (y probablemente siempre serán) tan paradójicos e impenetrables a la lógica humana como lo son otros elementos esenciales de la experiencia humana, tales como la relación entre el libre albedrío y la predeterminación ambiental y genética. 4

Escrito por: Dan Vander Lugt


Notas:

  1. No debemos igualar la enfermedad mental con la posesión demoníaca, como hicieron algunos en el pasado y todavía hoy lo hacen. Malachi Martin advierte:Mucha gente que sufre de enfermedades y males que conocemos bien hoy tales como la paranoia, la corea de Huntington, la dislexia, el mal de Parkinson o incluso puras enfermedades de la piel (psoriasis y herpes I, por ejemplo), fueron tratados como “personas poseídas”, o al menos “tocadas” por el diablo (Hostage to The Devil, p.11).
  2. Algunos ejemplos de otros pasajes que se refieren a la propensión innata de la humanidad a pecar son Génesis 8:21; Job 14:4; Salmo 51:5; Isaías 64:6; Marcos 7:21-23; Efesios 2:1.
  3. La gran cantidad de milagros ocurridos durante el ministerio de Cristo fue una “señal” especial de Su autoridad divina. Puede ser que la autoridad de Cristo sobre el mal haya sido expresada por medio de una mayor cantidad de actividad demoníaca y más confrontaciones abiertas con el poder demoníaco. En el libro de los Hechos, sólo hay unos cuantos relatos de posesión, y por lo general suceden en las primeras etapas de la penetración cristiana en áreas paganas. Pedro echó fuera demonios mientras estaba en Jerusalén (Hechos 5:16). Felipe lo hizo en Samaria (Hechos 8:7). Pablo libró a una joven de un demonio de adivinación en Filipos (16:16-18) y echó fuera demonios que habitan en personas en Éfeso (Hechos 19:11-12). En ninguno de estos casos el poseído era creyente.
  4. “Cuando se habla de conflictos emocionales, se intenta designar ciertos procesos de una naturaleza mal definida que operan muy dentro de los huecos inexplorados de la mente subconsciente, los cuales, por tanto, no son fácilmente receptivos a un delineamiento clínico detallado. Sin embargo, se sabe que las fuerzas vitales de la personalidad humana funcionan dentro de esta área de la mente, y que siempre hay un elemento emocional o psíquico en la mayoría de las enfermedades, y no menos en las aflicciones mentales idiopáticas. Si esos estados han de verse como poderes malignos destructores hallados en la mente subconsciente que ganan ascendencia sobre las fuerzas positivas para siempre en la personalidad humana, es posible pensar que todos los desórdenes mentales son, al menos hasta cierto grado limitado, el resultado de una posesión temporal de la mente humana por parte de influencias demoníacas, una situación que podría llegar a ser permanente. Puesto que la investigación médica psicosomática moderna ha demostrado que una enfermedad clínica comprobable puede ser el resultado de entidades metafísicas como la sugestión, los conflictos emocionales, el temor y cosas por el estilo, ya no es posible descartar como improbable los efectos nocivos que pueden tener las diferentes formas del mal, obrando a través de la personalidad del hombre caído, en el bienestar individual y mental (Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible).