La Biblia no nos dice mucho acerca de bailar. Jesús dijo que hubo danza y regocijo al regreso del hijo pródigo (Lucas 15:25). Además, había algo de baile incluido en los juegos de los niños (Mateo 11:17). Debido a que el primer milagro de Jesús fue hacer vino en las bodas de Caná, y porque todas las bodas judías involucraban baile y celebración, no sería sabio establecer reglas absolutas para todos los cristianos con relación a todo tipo de danza. Los cristianos deben evitar tanto el legalismo como el libertinaje.

Existen muchos tipos diferentes de bailes, así como hay diferentes circunstancias en las que el baile tiene lugar. Un baile de figuras en un centro cívico bien iluminado es muy diferente a un bolero entre extraños en un bar oscuro y cargado de humo. De manera similar, un vals romántico entre una novia y su esposo y su cortejo de bodas es diferente de los bailes con movimientos que tienen una clara intención erótica. Recuerdo haberme sentido ligeramente escandalizado cuando una niña en la escuela primaria pública a la que asistía en el conservador oeste de Michigan bailó zapateo americano en una reunión de Navidad. Sin embargo, cuando hoy veo en la televisión el zapateo americano de los años 50 y el baile de salón, aparece como algo nostálgico y totalmente inobjetable.

Las condiciones culturales varían un montón en cada lugar y tiempo. El gozoso giro de una polca polaca le es algo ajeno a un sobrio calvinista holandés. Las condiciones culturales también cambian. Por ejemplo, la relación entre hombres y mujeres en muchas sociedades árabes conservadoras se parece mucho más a la manera en que los hombres y las mujeres se relacionaban entre sí en tiempos bíblicos, que a la manera en que éstos interactúan unos con otros en la vida diaria de Norteamérica y de otras partes del mundo occidental. (En tiempos bíblicos, hombres y mujeres estaban estrictamente segregados. Incluso era impropio que hombres y mujeres que no guardaban ninguna relación entre sí tuvieran conversaciones informales, y mucho menos que se tocaran entre sí para hacer alguna observación… o que bailaran).

Las actitudes que las personas traen al baile también son extremadamente importantes. He ido a bodas en las que una que otra vez alguna pareja no casada interactuaba de manera inapropiada en la pista de baile, mientras que al mismo tiempo, los abuelos bailaban con sus nietas, los primos bailaban con sus primas, los amigos con sus amigas, los novios con sus novias… todos de manera respetuosa, gozosa, y honorable. ¿Acaso la bella interacción de la gran mayoría de las personas en la boda que estaban bailando debió prohibirse a fin de evitar que una pareja diera un espectáculo? ¿O habría sido mejor tal vez que el maestro de ceremonias se acercara discretamente a esta pareja para que cambiara su comportamiento?

El baile, como muchos otros asuntos, se rige por los principios de la libertad cristiana, esa libertad de la esclavitud del pecado (Romanos 6:18-23; 1 Corintios 15:56), del poder del mal (Colosenses 1:13), y de la ley como un medio para la salvación (Gálatas 4:21–5:1), que es el resultado de la sumisión voluntaria a la justicia (1 Corintios 6:12;10:23).

Algunas circunstancias, como los bailes de la secundaria, hacen que padres y jóvenes cristianos se encuentren frente a decisiones difíciles. Dada la influencia de nuestra cultura popular, las chicas tienden a vestirse y a comportarse de manera seductora, y los chicos tienden a prestarles más atención a las chicas que lo hacen. Desafortunadamente, bajo tales circunstancias, el baile fácilmente puede degenerarse en un comportamiento inapropiado. Los padres conscientes tienen que tomar la delantera en una cultura de la que ya no se puede esperar que sea una aliada para formar jóvenes moral y emocionalmente saludables. Por ejemplo, los padres cristianos en un distrito escolar —junto con otros que compartan sus inquietudes— deben trabajar por un consenso en cuanto al atuendo y el comportamiento que proteja y beneficie a todos los jóvenes en los eventos escolares. En algunos casos, el liderazgo cristiano tanto para los padres como para los jóvenes podría expresarse mejor realizando un evento social alternativo. En otros casos podría expresarse permitiendo que los jóvenes asistan al evento vestidos recatadamente, y comportándose de una manera digna y respetuosa.

Confiar en la libertad cristiana para que ésta rija nuestro comportamiento, en vez de las reglas, hace que la vida sea más complicada. Pero tal libertad también reconoce la realidad de que diferentes cristianos tendrán perspectivas diferentes en cuanto a asuntos que no cuentan con un claro apoyo o con una clara prohibición en las Escrituras.

Escrito por: Dan Vander Lugt