El abuso doméstico es una relación unilateral en la que un cónyuge procura regularmente controlar y castigar al otro cónyuge. El tipo más común de abuso conyugal es el del esposo hacia la esposa. El abuso puede presentarse de muchas formas: verbal, físico, psicológico, sexual y económico. Estos son los métodos principales que un hombre utiliza para dominar a su esposa.

Independientemente de la forma del abuso, no existen respuestas fáciles para una esposa cuyo marido regularmente abusa de ella. Las preocupaciones económicas, las amenazas intimidantes, las dudas personales y la capacidad del esposo de ocultar el abuso o hacerla sentir a ella responsable (cuando seguramente no lo es), son sólo algunos de los factores que dejan a las esposas heridas, asustadas y sintiéndose acorraladas con muy pocas opciones, o sin ninguna.

Por muy atrapada que se pueda sentir una esposa, ella siempre tiene la libertad de optar por el amor. Sin embargo, es triste ver que a demasiadas esposas les han enseñado que mostrar amor significa que debe tolerar pasivamente el abuso de su esposo. El amor se interpreta mal creyendo que es llevarse bien y no molestar al esposo. Pero una respuesta débil, temerosa y dócil por lo general permite al marido continuar en sus patrones de abuso. La sumisión mansa por parte de ella no es lo mejor para ninguno de los dos. Tampoco logra que el matrimonio sea piadoso. Por tanto, no es amor.

La Biblia dice que mostrar amor genuino es aborrecer lo malo y seguir lo bueno (Romanos 12:9). En otras palabras, una reacción amorosa es tanto compasiva como firme. Aunque su esposo podría no verlo así, una esposa víctima de abuso puede mostrar que lo quiere enviándole un menaje firme y coherente de que él sufrirá consecuencias por sus palabras y conducta abusiva.

Una consecuencia es algo que una esposa decide hacer. No es algo que ella trata de que su esposo haga. Las consecuencias varían dependiendo de la gravedad de la situación. Por ejemplo, un episodio verbalmente abusivo (aunque es grave) a menudo exige que ella simplemente termine la conversación después de informar a su esposo que no va a continuar conversando con él hasta que deje de ser controlador e irrespetuoso. Las situaciones que incluyen abuso físico pueden requerir que se llame a la policía y se formulen cargos. En otros casos en los que hay un patrón duradero y opresivo de abuso emocional y/o verbal, la separación legal e incluso el divorcio son opciones legítimas a considerar, pero sólo como últimos recursos.

La esposa víctima de abuso no debe esperar que la situación cambie rápidamente. Muchos esposos abusadores piden disculpas y sienten remordimientos, pero la esposa no debe dejarse engañar. El remordimiento rápido de un esposo abusador es muchas veces otro truco para volver a tomar el control. Otros hombres ni siquiera piden disculpas y se resisten a admitir el daño que están causando. Continúan restando importancia a su pecado y culpan a los demás. Muchas veces es necesario que un esposo abusivo sufra personalmente durante mucho tiempo antes de que vuelva en sí y empiece el largo y difícil proceso de entender el daño que ha causado y se haga responsable del mismo. Por tanto, la esposa comprometida a amar a su esposo debe estar preparada para permanecer firme durante un largo período de tiempo mientras su esposo aprende las lecciones necesarias de las consecuencias que está sufriendo por su conducta pecaminosa.

La esposa víctima de abuso no debe tratar de dar consecuencias sin ayuda. El confrontar a su esposo sin un plan o sin protección física puede ser un grave error. Muy probablemente hará que su esposo se sienta amenazado. Él está acostumbrado a tener el control, y darle consecuencias negativas le quita ese control. Por consiguiente, la esposa debe prepararse para la posibilidad de que su esposo pueda recurrir a la intimidación y la violencia física para volver a tomar el control. Necesita un plan que le ayude a garantizar su seguridad. Por ejemplo, confrontarlo delante de varios amigos, tener un plan de escape o un lugar alternativo donde ella y sus hijos puedan refugiarse, notificar a la policía u obtener una orden de restricción.

La esposa no tiene ninguna seguridad de que el hecho de que el esposo sufra consecuencias vaya a despertarlo, a terminar el abuso ni a resolver los problemas conyugales. Sin embargo, ella puede empezar a amar como Cristo amó a medida que comience poco a poco a descansar en el hecho de que Dios desea lo mejor para ella. Puede que se necesite mucho tiempo para creer esto realmente, pero Dios está presente para capacitarla para mostrar amor, consolarla con su amor, y alentarla con un propósito para su propia vida pase lo que pase (Salmo 23:4). Su corazón puede empezar a adquirir una confianza y una paz cada vez mayores que digan: «No soy totalmente impotente. Estoy libre para amar. Y aunque las cosas no salgan bien entre mi esposo y yo, tengo la confianza de que saldrán bien entre Dios y yo.»

Escrito por: Jeff Olson