Mateo 18:15-17 proporciona las “normas de procedimiento” para la resolución de conflictos entre cristianos. Se aplica a las relaciones entre iguales, no al abuso sexual ni a otros delitos que caen en la categoría del derecho penal. Aunque este es un pasaje breve de las Escrituras, es más que una simple fórmula. Es preciso obedecerlo en el espíritu de sabiduría y compasión que debe caracterizar a todas las relaciones cristianas. El propósito de toda confrontación es sanidad espiritual y restauración de la relación, no venganza.

Como dice el versículo 15, el primer paso para resolver una relación estropeada es que el que siente que se ha pecado contra él confronte confidencialmente al que le ha ofendido. Desafortunadamente, este primer paso privado a menudo se pasa por alto. En vez de tomar la iniciativa de hablar personalmente con el que nos ha ofendido, nos inclinamos a buscar aliados compartiendo nuestra versión de los hechos con la persona errada. Cuando no enfrentamos al ofensor en persona dejamos que se quede sin confrontar, y eso aumenta la distancia y la desconfianza entre él y nosotros.

Si el hermano o la hermana que ofende no acepta nuestra corrección, ahí no termina el asunto. Entonces procede involucrar a dos o tres personas más como testigos de nuestro problema. Mientras seguimos protegiendo la confidencialidad, estos testigos han de unirse a nosotros en un segundo intento de confrontar y reconciliar.

Si el que nos ha ofendido no expresa arrepentimiento ni cambia su corazón, ni siquiera después de esta confrontación con dos o tres testigos, se requiere la autoridad de la iglesia completa. Jesús declaró:

Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano (Mateo 18:17)

Esto significa que si la parte ofensora no acepta la autoridad de la iglesia, no hemos de tener más comunión con esa persona como hermano o hermana en Cristo. Más bien hemos de amarla de la manera como Jesús amaba a los publicanos y pecadores públicos que necesitaban desesperadamente conversión espiritual.