Tratar de seguir a Cristo a menudo conduce a ser criticado y odiado equivocadamente. Jesús dijo a sus seguidores: “Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19). Y la Biblia dice que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). Entonces, ¿cómo hemos de responder al odio, la hostilidad y la persecución cuando está dirigida a nosotros?

Soportar un odio injusto es algo que Dios requiere y recompensa. En Mateo 5:44 Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos … y orad por los que … os persiguen.” Y en Lucas 6:22-23 dijo: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos.”

Los cristianos deben evitar el conflicto innecesario (Mateo 5:9; Romanos 12:18; 14:19), pero habrá momentos en que no se puede evitar el conflicto (Mateo 10:34; 1 Pedro 2:19-21; 3:13-17; 4:12-16). Jesús dijo que sus seguidores serían odiados y perseguidos (Lucas 21:17; Juan 15:18-21). El sólo buscar la verdad y vivir por la luz pone al descubierto la oscuridad en las vidas de los demás e incita al odio (Juan 15:22). Una vida obediente obliga a la gente rebelde a encarar su maldad y su necesidad de redención (Isaías 30:9; Juan 9:39; Romanos 2:8).

La Biblia articula claramente la respuesta adecuada del cristiano a la hostilidad. Por ejemplo, cuando nos maldicen, hemos de responder con bendición (Lucas 6:28; Romanos 12:14). Cuando nos obligan a hacer algo que no queremos, hemos de recorrer la milla extra (Mateo 5:41). Si “sufrimos por hacer el bien” hemos de “soportarlo” (1 Pedro 2:20). Estas respuestas son difíciles de poner en práctica, pero demuestran que nos está motivando algo sobrenatural, algo que trasciende la pura naturaleza humana (Mateo 5:46-47). 1 

Cuando devolvemos bien por mal seguimos el ejemplo de Cristo (1 Pedro 2:20-23). Nuestros enemigos serán tomados por sorpresa, y hasta se quedarán pasmados. Ellos esperan (y probablemente deseen) una respuesta airada. Nuestra ira sería natural y confirmaría su sensación de control. Pero una respuesta benigna no sería natural, ni siquiera comprensible.

Jesús no ofrece garantías de que una respuesta humilde vaya a suavizar el corazón de nuestro enemigo. Aunque nuestro enemigo podría desconcertarse, una persona verdaderamente mala se puede airar aún más. Podría renovar sus ataques con más tenacidad. Pero también existe la posibilidad de que nuestro enemigo pueda quedar desarmado, intrigado y atraído a la fe.

No es de extrañar que el apóstol Pablo exhortara a los cristianos así:

Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza (Romanos 12:16-20).


Notas:

  1. Una razón es que raras veces sabemos con certeza por qué nos odian. Nos halaga creer que somos totalmente “perseguidos por causa de la justicia” (Mateo 5:10). Pero en términos realistas, el bien que hacemos a veces está mezclado con egoísmo, celos, orgullo y autoprotección. Si somos honestos nos damos cuenta de que hay veces en que nuestros enemigos están señalando con razón algo feo en nosotros, y están enojados por nuestro pecado.

    Otra razón por la que debemos estar dispuestos a ser buenos con nuestros enemigos es que nosotros mismos nos hemos beneficiado de la gracia de Dios y estamos en deuda con el amor de Dios (Mateo 18:23-35). Dios nos ofreció misericordia, incluso cuando nosotros lo aborrecíamos a Él injustamente. Los que hemos experimentado el milagro del amor incondicional de Dios debemos ser los primeros en luchar por la paz y resistir el impulso a condenar (Mateo 5:22; Romanos 12:10).