Algunos creen que ser sumisa significa simplemente obedecer y negar los sentimientos, deseos, expectativas y sueños personales. Piensan que una esposa no es sumisa si comparte sus opiniones con su esposo.

Peor aún, incontables mujeres han sido enviadas a sus casas y se les ha dicho que se sometan a esposos abusivos, en algunos casos sin que nadie hable nunca con ellos acerca de cómo las tratan. Hasta hay quienes creen que las esposas víctimas de abuso causan el abuso por su falta de sumisión.

Este falso concepto de sumisión a menudo se usa para manipular y controlar a las mujeres. Aboga por una callada obediencia y servilismo, y niega a la mujer un valor irreemplazable en su relación matrimonial. Además, ignora el potencial que tiene un hombre de ser autoritario y tosco en su intento de ser «el que gobierna» la casa.

Desafortunadamente, algunos líderes cristianos han contribuido con este falso concepto de sumisión pasando por alto las obligaciones del esposo de amar a su esposa. Esa es una tergiversación extrema de la intención de Pablo en Efesios 5:22-30.

Otros han acusado al apóstol Pablo de ser machista, un hombre que no respetaba a las mujeres ni veía su valor. Sin embargo, si consideramos dentro de su cultura lo que Pablo escribió, vemos que Él tenía una opinión alta de los hombres y las mujeres. Entendía cómo podían trabajar juntos de la mejor forma en el matrimonio para reflejar el amor de Cristo por nosotros.

En una época en que los hombres se casaban por dinero, Pablo afirmaba firmemente que los esposos estaban obligados a amar a sus esposas (véase también Colosenses 3:19). Las palabras de Pablo a los esposos eran revolucionarias en la sociedad grecorromana. La mayoría de los hombres se casaba, no por amor, sino por ganancia económica. Por lo general los matrimonios eran arreglados y el padre de la novia otorgaba una dote, una porción de dinero, ropas, joyas y posiblemente esclavos.

Las instrucciones de Pablo para el matrimonio fueron una corriente de aire fresco. Sus ideas no eran las de un hombre que denigraba a las mujeres y quería «mantenerlas en su sitio». Todo lo contrario. Él elevó a la mujer a un lugar donde ha de ser amada como Cristo ama a la Iglesia. ¡Esa es una manera de pensar bastante radical!

Es significativo que Pablo comparara a un esposo y una esposa con Cristo y la Iglesia. Él tenía una opinión tan alta del matrimonio que se usa como analogía de Cristo y su relación con la Iglesia. Si el esposo es la cabeza de la esposa de la misma forma en que Cristo es la cabeza de la Iglesia, podemos sacar conclusiones con seguridad de la comparación de la relación de Cristo con su esposa, la Iglesia.

Cristo ama a su Esposa y es su Salvador. Cristo dio su vida por ella. De la misma forma, el esposo ha de amar a su esposa como Cristo ama a su Iglesia. El amor de un esposo debe ser capaz de sacrificar, alimentar, apreciar y proteger. Un hombre debe amar a su esposa de la misma manera en que ama a su propio cuerpo (Efesios 5:25,28).

El mismo nivel de devoción que se requiere al esposo para que ame se requiere de la esposa para que se someta (Efesios 5:22). Antes de que consideremos la sumisión como única en una esposa, necesitamos recordar que Pablo aboga por la sumisión mutua entre los creyentes (Efesios 5:21). Nadie debe exigir ni forzar a nadie a que se rinda; la sumisión es voluntaria. La Biblia no dice que es responsabilidad de un esposo asegurarse de que la esposa se le someta.

La sumisión de una esposa a su marido es una respuesta de su amor y devoción al Señor primero. Ella se somete al Señor por tener un corazón humilde y agradecido, no porque sea una esclava, sino una sierva. De la misma forma, la sumisión bíblica en el matrimonio es servicio, no esclavitud. Una esposa piadosa está motivada a someterse a su esposo, no por temor, interés propio ni autoprotección, sino por amor (1 Pedro 3:6).

Las Escrituras no definen la sumisión como una obediencia sin sentido a todo deseo o exigencia del esposo. Tampoco es para evitar una discusión a toda costa. Más bien la sumisión es un profundo compromiso con una persona. Es escoger trabajar con el compañero de uno de tal manera que se fomente la unidad. Una pareja casada se convierte en una sola carne y debe trabajar como equipo (Génesis 2:26). Las peleas y discusiones constantes no favorecen a una pareja que está tratando de unificarse.

Como ilustración podemos decir que un jugador de un equipo debe someterse a la guía de su entrenador. Un buen entrenador sirve de guía al equipo en cuanto a la estrategia y a utilizar para sacar provecho los puntos fuertes de los jugadores y lograr el éxito del equipo. Un jugador dotado puede debatir un punto con su entrenador, pero llega un momento en que, si siguen estando en desacuerdo, el jugador debe someterse al entrenador. De la misma manera, la esposa, a veces, debe dejar de lado su desacuerdo y seguir la guía de su esposo, a quien Dios ha colocado en su vida como cabeza. (A veces la sumisión no es buena para ninguno de los dos, como en el caso del abuso.)

El matrimonio, de acuerdo al diseño de Dios, es una relación que devuelve amor por amor, servicio por servicio. Los esposos y las esposas aman y se sacrifican mutuamente de forma distinta. Los esposos aman a sus esposas protegiéndolas, apreciándolas y sirviéndolas. Las esposas se someten a sus maridos por respeto y amor. Tanto el esposo como la esposa tienen amplias oportunidades de mostrarse uno al otro el amor de Cristo. No siempre es fácil, pero como mejor reflejan los matrimonios la obra redentora de Cristo en la vida de los cónyuges es siguiendo los principios del amor y la sumisión cristiana.