Cuenta la leyenda que Buda era un joven príncipe poderoso que renunció a su posición terrenal y a sus posesiones para buscar iluminación y salvación. Buda vivió en la India aproximadamente 600 años antes de Cristo. Le preocupaban las cosas terribles que se estaban haciendo dentro de la tradición hindú, por lo que elaboró su propio sistema religioso.

Buda enseñó que la pregunta sobre la existencia de Dios no tiene significado. Su concepto de salvación es radicalmente distinto del que enseña el cristianismo.

Buda creía en la reencarnación. Enseñó que toda cosa mala que hacemos nos ata más al ciclo del nuevo nacimiento. Buda enseñaba que una persona puede escapar del ciclo de la reencarnación y entrar en el Nirvana sólo si sigue el “Sendero de las Ocho Grandes Verdades”, un estricto sistema ético.

Las enseñanzas budistas incluyen dedicación a la meditación. La meditación implica vaciar la mente de todo contenido y aprendizaje para alejarse de la conciencia de este mundo. Por tanto, es parte del proceso por medio del cual un budista se libera de sus nexos con este mundo y del ciclo de la reencarnación.

Sin embargo, no debemos confundir el Nirvana con el cielo. Para el budista, el Nirvana es sencillamente un escape del mundo del sufrimiento. Es como una vela que había estado encendida con una fuerte llama (representando nuestro sufrimiento en el ciclo de reencarnación) y que se apaga de repente. Una vez se apaga la llama, no tiene sentido cuestionar a dónde fue. Para el budista clásico, alcanzar el Nirvana es simplemente dejar de existir.

El budismo es claramente una religión muy diferente al cristianismo. No ofrece salvación personal. Está contra el pecado y la inmoralidad, pero ignora el tema de la existencia de Dios y nuestra necesidad de redención. En sus raíces, el budismo es una forma de agnosticismo o al menos de ateísmo práctico. No da respuestas acerca del máximo significado de la existencia. Al negar el máximo significado de la vida, el budismo da a sus seguidores poca motivación para vencer el mal o trabajar por la justicia. Por otro lado, Jesucristo nos confronta con la necesidad de estar bien con Dios y de introducir un nuevo orden en el mundo, un orden que Él llamó “el reino de Dios”.

Escrito por: Dan Vander Lugt