Por lo general la mayoría de las personas no comienzan en la vida eligiendo sentir una atracción sexual por personas de su mismo sexo.1 Esto no necesariamente significa que las personas nacen con estos deseos. En vez de ello, las atracciones hacia el mismo sexo generalmente se desarrollan a partir de una combinación de factores en los antecedentes de una persona, a menudo sin que ésta sea consciente de cuándo o por qué surgieron esos deseos.
Muchos estudios e historias personales sugieren que las atracciones sexuales hacia el mismo sexo a menudo surgen dentro de un contexto en el que los niños no se sienten aceptados por sus progenitores de su mismo sexo. Ya sea esto algo real o percibido, los que finalmente sienten una atracción sexual hacia miembros de su mismo sexo no se sintieron amados o no se identificaron con sus progenitores de su mismo sexo. Lo que también aparece frecuentemente en sus historias son experiencias sexuales en la niñez con miembros de su mismo sexo, en las que sintieron una intensa aunque rara sensación de amor. Cuando se combinan estos factores, los niños o adolescentes emocionalmente sedientos pueden quedar confundidos en cuanto a su orientación sexual.
Ya sea que este proceso de confusión sexual se haya dado a través del abuso sexual o de la experimentación con otros miembros del mismo sexo, el resultado es que, mientras crecían, el deseo que estos niños o adolescentes recibieron de parte de Dios de sentirse amados y aprobados por personas de su mismo sexo sólo se experimentó dentro de un contexto sexual. Tales raros momentos de sentirse amados crea el malentendido de que ellos han sido destinados a llenar su deseo de amor y aprobación por miembros de su mismo sexo a través de la interacción sexual. Allí está la raíz de la confusión que ha engañado a innumerables personas a que se sientan sexualmente atraídas hacia miembros de su mismo sexo (véase la respuesta a la pregunta ¿Significa que soy «gay» el hecho de que sienta atracción hacia miembros de mi mismo sexo?)
Si bien los deseos sexuales hacia miembros del mismo sexo no se eligen inicialmente, los que experimentan este tipo de atracción finalmente se encuentran frente a una elección diferente. En términos generales, pueden, o bien tratar de entender y confrontar el malentendido que hay detrás de sus atracciones sexuales, o aceptar y abrazar su confusión como si ésta fuera su identidad natural. Con la ayuda de Dios y de Su pueblo, es más probable que los que eligen entender y confrontar las malas percepciones que hay detrás de la atracción hacia miembros del mismo sexo sanen de las heridas que los llevaron a deseos antinaturales. Esta elección, con el tiempo, les permitirá vivir más como los hombres y las mujeres que Dios creó y para que sean abiertos a relaciones saludables que no sean de carácter sexual con miembros de su mismo sexo (véase la respuesta a la pregunta Como hombre, ¿cómo debo lidiar con las atracciones físicas hacia miembros de mi mismo sexo que me preocupan?). La otra elección (aceptar la confusión) impide que la persona descubra el diseño de Dios tanto para los hombres como para las mujeres, y por lo general los obliga a ceder a sus pasiones anormales. Esto es a lo que se refiere la Biblia como el pecado de la homosexualidad (véase la respuesta a la pregunta ¿Cuál es el pecado de la homosexualidad?).
Escrito por: Jeff Olson