En Forever Young: My Friendship with John F. Kennedy, Jr. [Joven para siempre: Mi amistad con John F. Kennedy, Jr.], Billy Noonan rememora las experiencias vividas con el hijo del presidente Kennedy.

Allí relata que, en 1980, John Jr. y él fueron invitados a visitar el portaviones norteamericano John F. Kennedy. Mientras recorrían la nave, sin querer, entraron con el guía en un área restringida. Cuando un oficial los detuvo, el guía señaló a John, y dijo: «Este barco es de su padre». De inmediato, en posición de firme, el oficial saludó al joven. Es que, cuando a un barco de la Marina norteamericana se le pone un nombre en honor a alguien, esa persona es considerada su dueño. Por eso, al ser hijo de aquel cuyo nombre llevaba el barco, John Jr. tenía privilegios especiales.

Esto ilustra un principio espiritual vital. Al ser adoptados en la familia de Dios, quienes hemos sido salvos gozamos de la posición de hijos. Pablo escribió que, como creyentes, somos «predestinados para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo» (Efesios 1:5). En virtud de dicha condición, poseemos los privilegios especiales que pertenecen a los descendientes del Rey de reyes.

En el desafiante viaje de la vida, podemos sentir coraje al saber que nuestro «¡Abba, Padre!» (Romanos 8:15) es el dueño del barco y comparte todo con nosotros. Alabado sea Dios: ¡Somos coherederos con Cristo!