Hace poco, Marty y yo viajamos a algunas ciudades importantes en varios países. Quedamos abrumados ante lo perdido que está nuestro mundo, y tristes por los millones de personas que nunca han escuchado el mensaje de la gracia salvadora de Jesús. La idea de alcanzar a nuestro planeta para Cristo se tornó irresistible.
Luego, recordé la historia de un muchacho que caminaba por una playa. Al encontrarse con cientos de estrellas de mar que morían bajo el calor del sol ardiente, comenzó a arrojarlas al agua. Alguien que pasaba, le preguntó: «¿Qué estás haciendo?». «Salvándoles la vida», respondió el muchacho. «Ni lo intentes», dijo el hombre. «Es imposible salvar todas estas estrellas de mar». «Es cierto —le contestó—, pero a cada una que sí salve, le marcará una gran diferencia».
Me encanta la perspectiva del muchacho. Cuando la ola del pecado nos arrojó a la ribera de la muerte, Dios envió a Su Hijo a caminar por la playa para rescatar a todos los que se arrepienten. Y, como dijo Jesús a su audiencia en Lucas 15, cada vez que alguien es rescatado, hay fiesta en el cielo. «Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento» (Lucas 15:7).
¿Se ha regocijado el cielo porque fuiste rescatado? Si es así, únete a las filas de quienes alcanzan almas perdidas con la gracia salvadora de Jesús.