Se cree que William Adams (1564–1620) fue el primer inglés en llegar a Japón. El shogun japonés reinante tuvo una buena impresión de él y lo convirtió en su intérprete y consejero personal ante las potencias de Occidente. Con el tiempo, Adams recibió dos espadas, con el rango de samurái. Esto demostraba cuánto lo reverenciaban los japoneses. Como William Adams sirvió debidamente al rey extranjero, también fue recompensado con amplias oportunidades de influir sobre él.
Siglos antes, otro hombre que se encontraba en una tierra extraña también influyó en gran manera sobre su gobernante. Nehemías era el copero del rey persa Artajerjes (Nehemías 1:11). En la corte real, antes de que el monarca bebiera el vino, el copero lo probaba para protegerlo de ser envenenado. Pero este cargo también significaba que el rey lo consideraba un consejero confiable. La integridad, la capacidad administrativa y la sabiduría de Nehemías lo convirtieron en confidente de su majestad, lo cual abrió el camino para la reconstrucción de los muros de Jerusalén.
Tal como sucedió con Nehemías, todos nosotros disponemos de una esfera particular de influencia. La crianza de los hijos, el trabajo comunitario o en la iglesia y nuestro empleo secular nos proporcionan un escenario donde podemos ejercer un efecto beneficioso en los demás. ¿Ha colocado el Señor alguna persona en tu vida sobre la cual puedes influir?