Tiger Woods es, sin duda, el golfista más grandioso de su generación. Su capacidad para actuar bajo presión y ganar se está tornando legendaria. Sin embargo, lo que lo motiva no es sólo ganar, sino su pasión por la excelencia. Aun con su tremendo éxito, Tiger se esfuerza constantemente para perfeccionar su swing a fin de optimizar su juego y ser un mejor golfista. Su deseo de alcanzar la excelencia nunca se satisface.
Al apóstol Pablo también lo impulsaba su anhelo de lograr la excelencia, pero en su relación con Cristo. No obstante, nos enseñó que debemos ser equilibrados. Aunque nunca debemos sentirnos satisfechos con nuestro crecimiento espiritual, sí tenemos que estar siempre contentos en el Señor.
En su carta a los filipenses, Pablo expresó ambas verdades. Mientras escribía desde la cárcel, declaró su contentamiento en medio de las circunstancias de la vida y las colocó bajo el cuidado de Dios (Filipenses 4:11). Aun así, no se sentía satisfecho con su progreso espiritual, ya que no pretendía «haberlo ya alcanzado» (llegado por completo al objetivo), sino que estaba totalmente comprometido a continuar hacia la meta (3:13-14).
Aprender a equilibrar el contentamiento con la pasión por la excelencia quizá sea la clave olvidada para nuestro incesante crecimiento y progreso espiritual.