Jesús se sentó en el templo cerca del arca de la ofrenda y observaba mientras las personas se acercaban y depositaban sus ofrendas para el templo (Marcos 12). Algunos montaban un espectáculo para ello, tal vez para que los demás pudieran ver cuánto habían dado. Justo en ese momento, vino una pobre mujer y echó dos «blancas».
Una blanca era la moneda de más baja denominación en circulación. Por lo tanto, la ofrenda de la viuda era muy pequeña y de ningún valor a los ojos de muchos. Pero nuestro Señor vio lo que los demás no habían visto. Ella había dado «todo lo que tenía» (Marcos 12:44). La viuda no estaba tratando de llamar la atención hacia sí. Simplemente, estaba haciendo lo que podía. ¡Y Jesús lo notó!
No debemos olvidar que nuestro Señor ve todo lo que hacemos, aunque pueda parecer muy pequeño. Tal vez no sea nada más que mostrar un semblante alegre en momentos difíciles o un acto desapercibido de amor y amabilidad hacia alguien que pasa por casualidad. Puede que sea una oración breve y en silencio por algún vecino en necesidad.
Jesús dijo: «Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos […]. Mas cuando tú des limosna […] sea […] en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público» (Mateo 6:1-4).