El impulso a portarme mal y el deseo de permanecer anónima siempre me vienen juntos. Como si fueran socios que ofrecen vender su producto, se esfuerzan al máximo para convencerme de que puedo darme el lujo de hacer algo malo, porque no tendré que pagar.
La naturaleza humana nos dice que usemos la cubierta del anonimato para evitar que se nos eche la culpa de las cosas malas que hacemos. Sin embargo, Dios nos dice otra cosa. Él quiere que usemos el anonimato para evitar recibir el crédito por el bien que hacemos (Mateo 6:4). ¿Por qué será que el impulso a permanecer anónimo rara vez acompaña a mi deseo de hacer bien?
La Biblia dice que no hemos de dejar que una mano sepa el bien que la otra está haciendo (vv.3-4). En otras palabras, dentro del cuerpo de Cristo, nuestros actos de caridad deben hacerse sin llamar la atención sobre nosotros mismos. Sin embargo, esto no significa que Dios quiera que las buenas acciones permanezcan ocultas; simplemente, significa que deben hacerse de una manera que le den gloria a Dios y no a nosotros (5:16).
Cuando nos ofrecemos como voluntarios para prestar nuestros servicios o realizamos donaciones a iglesias y organizaciones para hacer bien en el nombre de Jesús, obtenemos algo mucho mejor que la honra de nuestros contemporáneos. ¡Recibimos recompensas de parte de Dios, y Él recibe la gloria de los demás! (1 Pedro 2:12).